lunes, 29 de febrero de 2016

La fuerza evangelizadora de la piedad popular



Por Rony De La Rosa

Tomando este título de la Exhortación Apostólica, “Evangelii Gaudium”, (La Alegría del Evangelio) del Papa Francisco, en su capítulo tercero de los numerales 122 al 126, vemos como el Santo Padre da la importancia que tiene para el pueblo Cristiano “La Piedad Popular”, la fuerza que tiene esta forma de expresión de nuestros pueblos.


La Congregación para el culto Divino y la disciplina de los Sacramentos, nos habla abundantemente de la piedad popular y la Liturgia, nos dice; En el asegurar el crecimiento y la promoción de la Liturgia, "la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza", esta Congregación advierte la necesidad de que no sean olvidadas otras formas de piedad del pueblo cristiano y su fructuosa aportación para vivir unidos a Cristo, en la Iglesia, según las enseñanzas del Concilio Vaticano II.




La relación entre Liturgia y ejercicios de piedad ha sido abordada expresamente por el Concilio Vaticano II en la Constitución sobre la sagrada Liturgia. La piedad popular no puede ser ni ignorada ni tratada con indiferencia o desprecio, porque es rica en valores, y ya de por sí expresa la actitud religiosa ante Dios; pero tiene necesidad de ser continuamente evangelizada, para que la fe que expresa, llegue a ser un acto cada vez más maduro y auténtico. Tanto los ejercicios de piedad del pueblo cristiano, como otras formas de devoción, son acogidos y recomendados, siempre que no sustituyan y no se mezclen con las celebraciones litúrgicas.

El papa en su exhortación nos dice, esto es así porque cada pueblo es el creador de su cultura y el protagonista de su historia. El ser humano «es al mismo tiempo hijo y padre de la cultura a la que pertenece».[1] Cuando en un pueblo se ha inculturado el Evangelio, en su proceso de transmisión cultural también transmite la fe de maneras siempre nuevas; Puede decirse que «el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo». Aquí toma importancia la piedad popular, verdadera expresión de la acción misionera espontánea del Pueblo de Dios. Se trata de una realidad en permanente desarrollo, donde el Espíritu Santo es el agente principal.

Con todo esto podemos ver que la piedad popular es una riqueza que no se puede dejar por un lado, pero también vemos la importancia que tiene el que sea autentica y bien llevada, que no substituya las celebraciones Litúrgicas, sobre todo la más importante la Santa Misa, vemos como muchas personas acompañan los cortejos procesionales de los domingos de cuaresma (Domingo, día Del Señor), pero se olvidan de asistir a Misa, que es lo más importante, también se puede observar como personas que durante otras épocas del año se olvidan que son cristianos, aparecen durante la cuaresma y su participación en la iglesia se reduce a los actos externos de esta época, precisamente de ahí es donde viene la fuerza evangelizadora de la piedad popular, para que ese encuentro con nuestra imagen de devoción, sea el inicio de un cambio, de una verdadera conversión hacia Jesucristo, para buscar ese camino hacia la santidad, que es lo que nos da el poder vivir por la eternidad junto a nuestro Salvador. Esta es una oportunidad que no se puede dejar pasar por alto para Evangelizar, vemos familias completas que tal vez, es la única temporada del año en que se reúnen para vivir su Fe, fue Pablo VI en su Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi quien explica que la piedad popular «refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer».

Esa sed debe de ser saciada por los medios de evangelización, ya que es la fuerza del mismo Cristo, que al decir pobres y sencillos no habla solo de pobreza material, sino que de la pobreza espiritual, que es más abundante en nuestro tiempo, aprovechar esa riqueza inmensa que tenemos en nuestro país, que como nos dice, Benedicto XVI, en América Latina, señaló que se trata de un «precioso tesoro de la Iglesia católica» y que en ella «aparece el alma de los pueblos latinoamericanos». Vivamos todas las manifestaciones de piedad popular, con intensidad, buscando a nuestro Señor, no solo con un sentimiento temporal, si no que reconociendo la fe que nos fue heredada a fuerza de lágrimas y sangre, que no podemos hacer a un lado, lo que esto significa verdaderamente, un acto religioso, de nuestra Fe, que debemos vivir como tales, buscando siempre a Dios, no tomarlo como un espectáculo o un evento social, que al finalizar cada cuaresma y Semana Santa, o bien cualquier tiempo litúrgico experimentemos ese cambio en nuestra vida que solo Nuestro Señor nos lo puede dar y que dure toda nuestra vida.

Fuentes Consultadas: JUAN PABLO II, Carta enc. Fides et ratio (14 septiembre 1998), 71: AAS 91 (1999), 60.


miércoles, 17 de febrero de 2016

Teología y espiritualidad de la Cuaresma




Podemos interpretar teológicamente la cuaresma a partir del misterio pascual, celebrado en el “triduo sacro” (Pasión, Muerte y Resurrección), que hacen presente el misterio para que tiempo de cuaresma sea participado y vivido por los creyentes. La cuaresma es el tiempo de una experiencia más sentida de la participación en el misterio pascual de Cristo: “padecemos juntamente con él, para ser también juntamente glorificados” (Rom 8,17). 



En este tiempo, Cristo purifica a su esposa, la Iglesia. Por lo tanto, se hace énfasis no tanto en las prácticas penitenciales cuanto en la acción purificadora y santificadora del Señor: Cristo quiere ver y hacer “santa” a su esposa. Las obras penitenciales son el signo de la participación en el misterio de Cristo, que hizo penitencia por nosotros ayunando en el desierto. Tal participación en la penitencia del Señor se expresa con claridad en el prefacio IV de cuaresma: “Porque con el ayuno corporal, refrenas nuestras pasiones, elevas nuestro espíritu, nos fortaleces y recompensas, por Cristo, Señor nuestro”.

De la teología cuaresmal nace una típica espiritualidad pascual-bautismal-penitencial-eclesial. La participación y vivencia del misterio pascual viene a recordar nuestra inmersión bautismal, porque hemos sido sumergidos con Cristo en su muerte y resurgimos con él mismo a una vida nueva, una existencia resucitada. Con el paso del tiempo y con la infidelidad a Dios, reconocemos nuestra necesidad de purificación, la cual aceptamos y procuramos con nuestras prácticas penitenciales, llevadas a cabo de manera personal y, sobre todo, comunitaria-eclesial.

"Tiempo de cuaresma en la Iglesia Católica"
Pbro. Miguel de Jesús Saldívar Martínez 
Coordinador Diocesano de Pastoral Vocacional

martes, 9 de febrero de 2016

La Piedad Popular y el Miércoles de Ceniza



La imposición de las cenizas nos recuerda que nuestra vida en la tierra es pasajera y que nuestra vida definitiva se encuentra en el Cielo. La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza y es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. Cuarenta días que la Iglesia marca para la conversión del corazón.

Las palabras que se usan para la imposición de las cenizas, son:

“Concédenos, Señor, el perdón y haznos pasar del pecado a la gracia y de la muerte a la vida”
“Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás"
“Arrepiéntete y cree en el Evangelio”.




Origen de la costumbre

Antiguamente los judíos acostumbraban cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio y los ninivitas también usaban la ceniza como signo de su deseo de conversión de su mala vida a una vida con Dios.

En los primeros siglos de la Iglesia, las personas que querían recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad vestidos con un "hábito penitencial". Esto representaba su voluntad de convertirse.

En el año 384 d.C., la Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos y desde el siglo XI, la Iglesia de Roma acostumbra poner las cenizas al iniciar los 40 días de penitencia y conversión.

Las cenizas que se utilizan se obtienen quemando las palmas usadas el Domingo de Ramos de año anterior. Esto nos recuerda que lo que fue signo de gloria pronto se reduce a nada.

También, fue usado el período de Cuaresma para preparar a los que iban a recibir el Bautismo la noche de Pascua, imitando a Cristo con sus 40 días de ayuno.

La imposición de ceniza es una costumbre que nos recuerda que algún día vamos a morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo.

Nos enseña que todo lo material que tengamos aquí se acaba. En cambio, todo el bien que tengamos en nuestra alma nos lo vamos a llevar a la eternidad. Al final de nuestra vida, sólo nos llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres.

Cuando el sacerdote nos pone la ceniza, debemos tener una actitud de querer mejorar, de querer tener amistad con Dios. La ceniza se le impone a los niños y a los adultos. 


Significado del carnaval al inicio de la Cuaresma

La palabra carnaval significa adiós a la carne y su origen se remonta a los tiempos antiguos en los que por falta de métodos de refrigeración adecuados, los cristianos tenían la necesidad de acabar, antes de que empezara la Cuaresma, con todos los productos que no se podían consumir durante ese período (no sólo carne, sino también leche, huevo, etc.)

Con este pretexto, en muchas localidades se organizaban el martes anterior al miércoles de ceniza, fiestas populares llamadas carnavales en los que se consumían todos los productos que se podrían echar a perder durante la cuaresma.

Muy pronto empezó a degenerar el sentido del carnaval, convirtiéndose en un pretexto para organizar grandes comilonas y para realizar también todos los actos de los cuales se "arrepentirían" durante la cuaresma, enmarcados por una serie de festejos y desfiles en los que se exaltan los placeres de la carne de forma exagerada, tal como sigue sucediendo en la actualidad en los carnavales de algunas ciudades, como en Río de Janeiro, Brasil o Nuevo Orleans, Estados Unidos.


El ayuno y la abstinencia

El miércoles de ceniza y el viernes santo son días de ayuno y abstinencia. La abstinencia obliga a partir de los 14 años y el ayuno de los 18 hasta los 59 años. El ayuno consiste hacer una sola comida al día y la abstinencia es no comer carne. Este es un modo de pedirle perdón a Dios por haberlo ofendido y decirle que queremos cambiar de vida para agradarlo siempre.

La oración

La oración en este tiempo es importante, ya que nos ayuda a estar más cerca de Dios para poder cambiar lo que necesitemos cambiar de nuestro interior. Necesitamos convertirnos, abandonando el pecado que nos aleja de Dios. Cambiar nuestra forma de vivir para que sea Dios el centro de nuestra vida. Sólo en la oración encontraremos el amor de Dios y la dulce y amorosa exigencia de su voluntad. 

Para que nuestra oración tenga frutos, debemos evitar lo siguiente:

La hipocresía: Jesús no quiere que oremos para que los demás nos vean llamando la atención con nuestra actitud exterior. Lo que importa es nuestra actitud interior.

La disipación: Esto quiere decir que hay que evitar las distracciones lo más posible. Preparar nuestra oración, el tiempo y el lugar donde se va a llevar a cabo para podernos poner en presencia de Dios.

La multitud de palabras: Esto quiere decir que no se trata de hablar mucho o repetir oraciones de memoria sino de escuchar a Dios. La oración es conformarnos con Él; nuestros deseos, nuestras intenciones y nuestras necesidades. Por eso no necesitamos decirle muchas cosas. La sinceridad que usemos debe salir de lo profundo de nuestro corazón porque a Dios no se le puede engañar.


Padre Rogelio
Fotografías: VV. AA.

Estandarte

  Estandarte Del fr. ant. estandart, y este del franco *stand hard”, mantente firme. Es una confección textil con colores y símbolos que rep...