Tomando este título de la Exhortación Apostólica, “Evangelii Gaudium”, (La Alegría del Evangelio) del Papa Francisco, en su capítulo tercero de los numerales 122 al 126, vemos como el Santo Padre da la importancia que tiene para el pueblo Cristiano “La Piedad Popular”, la fuerza que tiene esta forma de expresión de nuestros pueblos.
La Congregación para el culto Divino y la disciplina de los Sacramentos, nos habla abundantemente de la piedad popular y la Liturgia, nos dice; En el asegurar el crecimiento y la promoción de la Liturgia, "la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza", esta Congregación advierte la necesidad de que no sean olvidadas otras formas de piedad del pueblo cristiano y su fructuosa aportación para vivir unidos a Cristo, en la Iglesia, según las enseñanzas del Concilio Vaticano II.
La relación entre Liturgia y ejercicios de piedad ha sido abordada expresamente por el Concilio Vaticano II en la Constitución sobre la sagrada Liturgia. La piedad popular no puede ser ni ignorada ni tratada con indiferencia o desprecio, porque es rica en valores, y ya de por sí expresa la actitud religiosa ante Dios; pero tiene necesidad de ser continuamente evangelizada, para que la fe que expresa, llegue a ser un acto cada vez más maduro y auténtico. Tanto los ejercicios de piedad del pueblo cristiano, como otras formas de devoción, son acogidos y recomendados, siempre que no sustituyan y no se mezclen con las celebraciones litúrgicas.
El papa en su exhortación nos dice, esto es así porque cada pueblo es el creador de su cultura y el protagonista de su historia. El ser humano «es al mismo tiempo hijo y padre de la cultura a la que pertenece».[1] Cuando en un pueblo se ha inculturado el Evangelio, en su proceso de transmisión cultural también transmite la fe de maneras siempre nuevas; Puede decirse que «el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo». Aquí toma importancia la piedad popular, verdadera expresión de la acción misionera espontánea del Pueblo de Dios. Se trata de una realidad en permanente desarrollo, donde el Espíritu Santo es el agente principal.
Con todo esto podemos ver que la piedad popular es una riqueza que no se puede dejar por un lado, pero también vemos la importancia que tiene el que sea autentica y bien llevada, que no substituya las celebraciones Litúrgicas, sobre todo la más importante la Santa Misa, vemos como muchas personas acompañan los cortejos procesionales de los domingos de cuaresma (Domingo, día Del Señor), pero se olvidan de asistir a Misa, que es lo más importante, también se puede observar como personas que durante otras épocas del año se olvidan que son cristianos, aparecen durante la cuaresma y su participación en la iglesia se reduce a los actos externos de esta época, precisamente de ahí es donde viene la fuerza evangelizadora de la piedad popular, para que ese encuentro con nuestra imagen de devoción, sea el inicio de un cambio, de una verdadera conversión hacia Jesucristo, para buscar ese camino hacia la santidad, que es lo que nos da el poder vivir por la eternidad junto a nuestro Salvador. Esta es una oportunidad que no se puede dejar pasar por alto para Evangelizar, vemos familias completas que tal vez, es la única temporada del año en que se reúnen para vivir su Fe, fue Pablo VI en su Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi quien explica que la piedad popular «refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer».
Esa sed debe de ser saciada por los medios de evangelización, ya que es la fuerza del mismo Cristo, que al decir pobres y sencillos no habla solo de pobreza material, sino que de la pobreza espiritual, que es más abundante en nuestro tiempo, aprovechar esa riqueza inmensa que tenemos en nuestro país, que como nos dice, Benedicto XVI, en América Latina, señaló que se trata de un «precioso tesoro de la Iglesia católica» y que en ella «aparece el alma de los pueblos latinoamericanos». Vivamos todas las manifestaciones de piedad popular, con intensidad, buscando a nuestro Señor, no solo con un sentimiento temporal, si no que reconociendo la fe que nos fue heredada a fuerza de lágrimas y sangre, que no podemos hacer a un lado, lo que esto significa verdaderamente, un acto religioso, de nuestra Fe, que debemos vivir como tales, buscando siempre a Dios, no tomarlo como un espectáculo o un evento social, que al finalizar cada cuaresma y Semana Santa, o bien cualquier tiempo litúrgico experimentemos ese cambio en nuestra vida que solo Nuestro Señor nos lo puede dar y que dure toda nuestra vida.
Fuentes Consultadas: JUAN PABLO II, Carta enc. Fides et ratio (14 septiembre 1998), 71: AAS 91 (1999), 60.
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