domingo, 31 de diciembre de 2017

Santa María Madre de Dios y ejemplo del cofrade


María, la Madre de Jesús, es figura relevante en la espiritualidad cristiana. Todo hemos recibido y vivido una devoción mariana.





Todavía hay gente que confunde a María con la imagen que hay en su pueblo e incluso promueve una rivalidad infantil con el pueblo vecino. María es la “Madre de todos”.

Lo que sabemos de María, lo sabemos por el Evangelio

Es muy significativo que María fuese de origen humilde, la importancia de ésta mujer no iba radicar en su condición, sino en su vida de fe y de fidelidad al Hijo.



La vida de María puede considerarse como una peregrinación en la fe.

María en el instante de la Anunciación, después de haber manifestado su condición de virgen, creyó que por el poder del altísimo, por obra del Espíritu Santo, se convertiría en la madre del Hijo de Dios.

La historia de María es una “historia de fe”

La anunciación representa el momento culminante de la fe de María a la espera de Cristo, pero es además el punto de partida en el que se inicia todo.

María es saludada con un “alégrate” como anuncio de la Buena Noticia que se extenderá por todo el mundo, se le confía la misión de parte de Dios: ser madre a través de tres acciones, “concebirás en tu seno”, darás a luz un hijo”, “ le pondrás por nombre Jesús”. Será el Espíritu de Dios, quien inicie en María una nueva Creación.

Es de destacar la actitud de servicio, obediencia y de disponibilidad ante el Misterio de su Hijo. “hágase en mi según tu palabra”.

A lo largo del relato del nacimiento y la infancia de Jesús, podemos comprobar como María asume con naturalidad su papel materno.

María permaneció en intimidad constante con el misterio de su Hijo y con él avanzaba en la fe.

La presencia de María en las Bodas de Caná demuestra cómo seguía la Madre al Hijo y cómo la perseverancia en la fe le permite, situarse entre sus primeros discípulos. La Madre aparece como la primera que cree en Jesús, lo que a su vez provoca la primera señal que suscita la fe de los discípulos.

El Gólgota, el lugar donde Jesús es crucificado y junto a la Cruz está su madre, siguió a su Hijo hasta el final, demuestra una valentía y fidelidad que ninguno de sus seguidores manifestó.

Por medio de la fe, la Madre participa en la muerte de su Hijo.



Es significativa la presencia de María en el momento fundacional de la comunidad cristiana, en el que el Espíritu la Consagra para cumplir su misión. María fue coherente con su fe desde la anunciación hasta la constitución de la Iglesia.

La que está presente como Madre en el misterio de Cristo, por voluntad del Hijo y por obra del Espíritu Santo se hace presente, también como madre, en los misterios de la Iglesia.

Un autentico culto a la virgen: no la adoramos, la veneramos

La presencia de la Virgen en el culto cristiano está íntimamente unida a Cristo ya a la Iglesia. En la ternura e María el pueblo ha buscado siempre el gran signo del rostro maternal y misericordioso, de la cercanía del Padre y de Cristo, María es una señal de esperanza.

La devoción real a María es el camino de nuestra salvación para pasar del ritualismo hueco a una mayor profundidad religiosa.

Otro error que cometen nuestras cofradías a la hora de manifestar el culto a María, es la adoración, es ésta una desviación por exceso, pues María no debe ser adorada. La adoración es un culto debido solamente a Dios, como supremo dueño y señor de todas las cosas. María tiene que ser objeto de veneración, pero ésta debe de ser especial.



La Iglesia impulsa a lo largo del año litúrgico el culto a la Virgen María

- Solemnidades. la Inmaculada Concepción de María (8.12). Santa María Madre de Dios (1.01). La Anunciación del Señor (25.03). La Asunción de la Virgen María (15.08)

- Fiestas. La Presentación de Jesús en el Templo(2.04); la Visitación de la Virgen María (31.05), la Natividad de la Virgen María(8.09)

A pesar de las muchas advocaciones que actualizan el misterio mariano, el culto a María es único e indivisible.

María no hay más que una: la de los Evangelios.
Cada uno ha de elegir entre sus advocaciones.




Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales
Fuente: http://www.pobreyesperanza.com/archicofradia-formacion-cuatro.html

domingo, 24 de diciembre de 2017

Oración para rezar en familia ante el Pesebre en Nochebuena





 Oración para rezar en familia ante el Pesebre en Nochebuena



Lector 1:

Querido Padre, Dios del cielo y de la tierra:



En esta noche santa te queremos dar gracias por tanto amor. Gracias por nuestra familia y por nuestro hogar. Gracias por las personas que trabajan con nosotros.






Bendícenos en este día tan especial en el que esperamos el nacimiento de tu Hijo. Ayúdanos a preparar nuestros corazones para recibir al Niño Jesús con amor, con alegría y esperanza. Estamos aquí reunidos para adorarlo y darle gracias por venir a nuestro mundo a llenar nuestras vidas.



Hoy al contemplar el pesebre recordamos especialmente a las familias que no tienen techo, alimento y comodidad. Te pedimos por ellas para que la Virgen y San José les ayuden a encontrar un cálido hogar.




Lector 2:

Padre bueno, te pedimos que el Niño Jesús nazca también en nuestros corazones para que podamos regalarle a otros el amor que Tu nos muestras día a día. Ayúdanos a reflejar con nuestra vida tu abundante misericordia.

Que junto con tus Ángeles y Arcángeles vivamos siempre alabándote y glorificándote.



(En este momento alguien de la familia pone al Niño Jesús en el pesebre o si ya esta allí se coloca un pequeño cirio o velita delante de El).



Lector 3:

Santísima Virgen Maria, gracias por aceptar ser la Madre de Jesús y Madre nuestra, gracias por tu amor y protección. Sabemos que dia a dia intercedes por nosotros y por nuestras intenciones, gracias Madre.



Querido San José, gracias por ser padre y protector del Niño Jesús, te pedimos que ruegues a Dios por nosotros para que seamos una familia unida en el amor y podamos ser ejemplo de paz y reconciliación para los demás.

Amén



Rezar: 1 Padre Nuestro, 1 Ave Maria, 1 Gloria.




Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales.


Fuente: Navidad es Jesús.

Inmagenes: Belén exclusivamente montado por el Grupo Joven "Los Javieres" Oviedo Navidad 2017.



sábado, 23 de diciembre de 2017

¿La Misa de Nochebuena reemplaza la Misa de Cuarto Domingo de Adviento?

En un boletín emitido a principios de este año, los obispos católicos de los Estados Unidos respondieron preguntas sobre si el cumplimiento del precepto de asistir este año a la Misa del Cuarto Domingo de Adviento y a la de Nochebuena o “de Gallo” se puede cumplir asistiendo únicamente a una celebración Eucarística.
Este año el Cuarto Domingo de Adviento será el 24 de diciembre –en cuya noche se celebra la Misa de Gallo- y Navidad será el día lunes, una situación poco común que no sucedía desde 2006.
Debido a que los católicos deben cumplir el precepto de asistir a Misa los domingos y días de precepto, muchos se han preguntado si asistir a la Misa de Nochebuena cumpliría tanto con la obligación de asistir a la Eucaristía dominical como a la de Navidad.
El Comité de Obispos de los Estados Unidos para el Culto Divino dijo que los fieles deben asistir a dos Misas para cumplir con sus obligaciones de Misa dominical y navideña.
Desde mediados del siglo XX, la Iglesia ha permitido a los católicos asistir a Misas anticipadas para los domingos y días de precepto como “una conveniencia para muchos de los fieles”.
“La mayoría de los canonistas difieren de la Constitución Apostólica del Venerable Papa Pío XII, Christus Dominus (6 de enero de 1953), que dio las 4:00 p.m. como el momento más temprano en que se pueden programar Misas anticipadas”, dijeron los obispos en su carta de 2017.
Esto significa que la Misa del Cuarto Domingo de Adviento se puede cumplir el mismo 24 o en cualquier momento después de las 4 p.m. del 23 de diciembre. El precepto de la Misa de Navidad se puede cumplir el lunes, o en cualquier momento después de las 4 p.m. del 24 de diciembre.
En el caso de dos días consecutivos de Misas obligatorias, como en Navidad de este año, la “opinión predominante de muchos canonistas es que cada fecha obligatoria se debe cumplir con una Misa separada”, añadieron.
Según los obispos, la cuestión de si tales obligaciones podrían cumplirse en una sola Misa fue planteada anteriormente por los obispos en lo que se llama un “dubium”, que fue “respondido negativamente por la Sagrada Congregación para el Clero y aprobado por el Papa Pablo VI en 1970”.
Aquí algunas opciones para asistir a la Misa de Navidad y la del Cuarto Domingo de Adviento:
v  Opción # 1: Misa el sábado por la noche + Misa el domingo por la noche
v  Opción # 2: Misa el sábado por la noche + Misa el lunes
v  Opción # 3: Misa el domingo + Misa el domingo por la noche
v  Opción # 4: Misa el domingo + Misa el lunes



Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales
 Fuente: http: https://www.aciprensa.com

viernes, 22 de diciembre de 2017

¿Por qué existen los aguinaldos de Navidad?



En el ambiente navideño se acostumbra a recibir aguinaldo de parte de los patrones, les invitamos a que conozcan su historia.

Se pueden contar muchas tradiciones en torno a la tradición del Aguinaldo, existieron no sólo en Castilla, sino también en Extremadura, en Andalucía, en Asturias…en definitiva en infinitos rincones de España, y en todos ellos con formas muy similares en esencia de pedir el aguinaldo y hacer luego una fiesta popular para el pueblo.


Una tradición de nuestra sociedad colonial eran las misas de aguinaldo. Estas misas eran promovidas y sus costos pagados por las cofradías que existían en las ciudades y pueblos de nuestra provincia. Las iglesias eran primorosamente adornadas e iluminadas con velas y velones de cera labrados. Se invitaba a presbíteros de otras parroquias para el sermón de esas misas. Los músicos y tocadores acompañaban a los cantores que entonaban villancicos o aguinaldos con letras alusivas a la época. Era toda una gran fiesta en sentido religioso, de hecho era obligación que aún los hacendados y labradores más lejanos a los pueblos asistieran a esta celebración.
En 1587 el superior del convento de San Agustín de Acolman, Fray Diego de Soria, obtuvo del Papa Sixto V, un permiso que autorizaba en la nueva España la celebración de unas Misas llamadas “de aguinaldos” del 16 al 24 de diciembre. En estas Misas, se intercalaban pasajes y escenas de la Navidad. Para hacerlas más atractivas y amenas, se les agregaron luces de bengala, cohetes y villancicos y posteriormente, la piñata.

La paga extraordinaria nace con el concepto del patrón que desea premiar al trabajador, que se hacía, según las diferentes culturas en dinero o en especie. De aquí nace también la tradicional cesta de Navidad, con productos típicos, turrones, dulces, cavas, etc.
En muchos países, en especial en la Europa Nórdica, los niños van en grupo por las casas, cantan villancicos y reciben una donación en dinero o dulces. Antiguamente, profesiones como serenos, basureros, faroleros, carteros también iban por las casas solicitando el aguinaldo.
Con panderetas, zambombas o botellas vacías para hacer un sonido peculiar, recorrían los domicilios cantando, deseando un buen año y, a cambio, la tradicional “propina” o aguinaldo.
El aguinaldo está también muy extendido en América. En México, Colombia y la República Dominicana se conserva esta palabra, asociada a obsequio de comida o bebida para felicitar la Navidad y desear un buen año nuevo.
Como se ve, la costumbre de los aguinaldos es universal, aún en los países de gran tradición laica, puesto que la idea del regalo extraordinario va asociada al Año Nuevo.


Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales
Fuente: https://infovaticana.com/2016/12/25/por-que-tenemos-aguinaldos-antes-de-navidad/

sábado, 16 de diciembre de 2017

Bendición de las Imágenes del Niño Jesús



El domingo tercero del tiempo de Adviento se llama domingo "Gaudete", "estad alegres", porque la antífona de entrada de la santa misa retoma una expresión de san Pablo en la carta a los Filipenses, que dice así: «Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres». E inmediatamente después añade el motivo: «El Señor está cerca» (Flp 4,4-5). Ésta es la razón de nuestra alegría. Pero ¿qué significa que "el Señor está cerca"? ¿En qué sentido debemos entender esta "cercanía" de Dios?




El apóstol san Pablo, al escribir a los cristianos de Filipos, piensa evidentemente en la vuelta de Cristo, y los invita a alegrarse porque es segura. Sin embargo, el mismo san Pablo, en su carta a los Tesalonicenses, advierte que nadie puede conocer el momento de la venida del Señor (cf. 1 Ts 5,1-2), y pone en guardia contra cualquier alarmismo, como si la vuelta de Cristo fuera inminente (cf. 2 Ts 2,1-2). Así, ya entonces, la Iglesia, iluminada por el Espíritu Santo, comprendía cada vez mejor que la "cercanía" de Dios no es una cuestión de espacio y de tiempo, sino más bien una cuestión de amor: el amor acerca. La próxima Navidad nos recordará esta verdad fundamental de nuestra fe y, ante el belén, podremos gustar la alegría cristiana, contemplando en Jesús recién nacido el rostro de Dios que por amor se acercó a nosotros.

A esta luz, es un verdadero placer renovar la hermosa tradición de la bendición de las estatuillas del Niño Jesús que se pondrán en el belén.



Oración:

Dios, Padre nuestro,

tú has amado tanto a los hombres

que nos has mandado a tu Hijo único Jesús,

nacido de la Virgen María,

para salvarnos y guiarnos de nuevo a ti.

Te pedimos que, con tu bendición,

estas imágenes de Jesús,

que está a punto de venir a nosotros,

sean en nuestros hogares

signo de tu presencia y de tu amor.

Padre bueno,

bendícenos también a nosotros,

a nuestros padres,

a nuestras familias y a nuestros amigos.

Abre nuestro corazón,

para que recibamos a Jesús con alegría,

para que hagamos siempre lo que él nos pide

y lo veamos en todos

los que necesitan nuestro amor.

Te lo pedimos en nombre de Jesús,

tu Hijo amado,

que viene para dar al mundo la paz.

Él vive y reina por los siglos de los siglos.

Amén.

Y ahora recemos juntos la oración del Angelus, invocando la intercesión de María para que Jesús, que al nacer trae a los hombres la bendición de Dios, sea acogido con amor en todos los hogares del mundo.

Al aproximarse la celebración del Nacimiento de Jesucristo, Príncipe de la paz, os invito a prepararos a esta fiesta de gozo y salvación intensificando la plegaria, avivando la alegría interior y dedicándoos a la escucha meditativa de la Palabra de Dios, para después transmitirla con sencillez a los demás. Confío esta hermosa tarea a la maternal protección de la Virgen María, tan presente en estos días en el corazón.


Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales

Fuente:Bendición De las imágenes del Niño Jesús, Benedicto XVI, Ángelus del 14 de diciembre de 2008.

viernes, 15 de diciembre de 2017

La Virgen María, madre de la esperanza



Hoy miramos a María, Madre de la esperanza. María ha atravesado más de una noche en su camino de madre. Desde la primera aparición en la historia de los Evangelios, su figura emerge como si fuera el personaje de un drama.




No era simplemente responder con un “si” a la invitación del ángel: sin embargo, ella, mujer todavía en la flor de la juventud, responde con valentía, no obstante, no sabía nada del destino que le esperaba. María en aquel instante se presenta como una de las tantas madres de nuestro mundo, valerosa hasta el extremo cuando se trata de acoger en su propio vientre la historia de un nuevo hombre que nace.



Aquel “si” es el primer paso de una larga lista de obediencias –¡larga lista de obediencias!– que acompañaran su itinerario de madre. Así María aparece en los Evangelios como una mujer silenciosa, que muchas veces no comprende todo aquello que sucede a su alrededor, pero que medita cada palabra y cada suceso en su corazón.



En esta disposición hay fragmento bellísimo de la psicología de María: no es una mujer que se deprime ante las incertidumbres de la vida, especialmente cuando nada parece ir por el camino correcto. No es mucho menos una mujer que protesta con violencia, que injuria contra el destino de la vida que nos revela muchas veces un rostro hostil.



Es en cambio una mujer que escucha: no se olviden que hay siempre una gran relación entre la esperanza y la escucha, y María es una mujer que escucha, que acoge la existencia, así como esa se presenta a nosotros, con sus días felices, pero también con sus tragedias que jamás quisiéramos haber encontrado. Hasta la noche suprema de María, cuando su Hijo es clavado en el madero de la cruz.



Hasta ese día, María había casi desaparecido de la trama de los Evangelios: los escritores sagrados dejan entrever este lento eclipsarse de su presencia, la suya permanece muda ante el misterio de un Hijo que obedece al Padre. Pero María reaparece justamente en el momento crucial: cuando buena parte de los amigos han desaparecido por motivo del miedo.



Las madres no traicionan, y en aquel instante, a los pies de la cruz, ninguno de nosotros puede decir cual haya sido la pasión más cruel: si aquella de un hombre inocente que muere en el patíbulo de la cruz, o la agonía de una madre que acompaña los últimos instantes de la vida de su hijo. Los Evangelios son lacónicos, y extremamente discretos. Registran con un simple verbo la presencia de la Madre: ella “estaba” (Jn 19,25).





Ella estaba. No dicen nada de su reacción: si lloraba, si no lloraba… nada; ni mucho menos una pincelada para describir su dolor: sobre estos detalles se habrían luego lanzado la imaginación de los poetas y de los pintores regalándonos imágenes que han entrado en la historia del arte y de la literatura. Pero los Evangelios solo dicen: ella “estaba”. Estaba allí, en el momento más feo, en momento cruel, y sufría con su hijo. “Estaba”.



María “estaba”, simplemente estaba ahí. Estaba ahí nuevamente la joven mujer de Nazaret, ya con los cabellos canosos por el pasar de los años, todavía luchando con un Dios que debe ser sólo abrazado, y con una vida que ha llegado al umbral de la oscuridad más densa. María “estaba” en la oscuridad más densa, pero “estaba”.



No se había ido. María está ahí, fielmente presente, cada vez que hay que tener una candela encendida en un lugar de neblina y tinieblas. Ni siquiera ella conoce el destino de resurrección que su Hijo estaba en aquel instante abriendo para todos nosotros los hombres: está ahí por fidelidad al plan de Dios del cual se ha proclamada sierva desde el primer día de su vocación, pero también a causa de su instinto de madre que simplemente sufre, cada vez que hay un hijo que atraviesa una pasión.



Los sufrimientos de las madres… todos nosotros hemos conocido mujeres fuertes, que han llevado adelante tantos sufrimientos de sus hijos…



La reencontraremos el primer día de la Iglesia, ella, Madre de esperanza, en medio a aquella comunidad de discípulos así tan frágiles: uno había negado, muchos habían huido, todos habían tenido miedo (Cfr. Hech 1,14). Pero ella, simplemente estaba allí, en el más normal de los modos, como si fuera del todo natural: en la primera Iglesia envuelta por la luz de la Resurrección, pero también por las vacilaciones de los primeros pasos que debía cumplir en el mundo.



Por esto todos nosotros la amamos como Madre. No somos huérfanos: tenemos una Madre en el cielo: es la Santa Madre de Dios. Porque nos enseña la virtud de la esperanza, incluso cuando parece que nada tiene sentido: ella siempre confiando en el misterio de Dios, incluso cuando Él parece eclipsarse por culpa del mal del mundo.





En los momentos de dificultad, María, la Madre que Jesús ha regalado a todos nosotros, pueda siempre sostener nuestros pasos, pueda siempre decirnos al corazón: “Levántate. Mira adelante. Mira el horizonte”, porque Ella es Madre de esperanza.

Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales
Fuente: Catequesis del Papa Francisco.


viernes, 8 de diciembre de 2017

Bendición del Árbol Navideño Familiar


EL ÁRBOL mismo nos trae a la memoria el árbol del Paraíso (cf. Gn 2, 9 - 17) de cuyo fruto comieron Adán y Eva desobedeciendo a Dios. El árbol entonces nos recuerda el origen de nuestra desgracia: el pecado. Y nos recuerda que el niño va a nacer de Santa María es el Mesías prometido que viene a traernos el don de la reconciliación.


LAS LUCES nos recuerdan que el Señor Jesús es la luz del mundo que ilumina nuestras vidas, sacándonos de las tinieblas del pecado y guiándonos en nuestro peregrinar hacia la Casa del Padre.
LA ESTRELLA. Al igual que en Belén hace dos mil un años una estrella se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño Jesús, con María su Madre, causando este acontecimiento una gran alegría en los Reyes Magos (ver Mt 2, 9 - 10). Hoy una estrella corona nuestro árbol recordándonos que el acontecimiento del nacimiento de Jesús ha traído la verdadera alegría a nuestras vidas.
LOS REGALOS colocados a los pies del árbol simbolizan aquellos dones con los que los reyes magos adoraron al Niño Dios. Además nos recuerdan que tanto amó Dios Padre al mundo que le entregó (le regaló) a su único hijo para que todo el que crea en Él tenga vida eterna.



RITO DE BENDICIÓN DEL ÁRBOL NAVIDEÑO
Todos los presentes, santiguándose, dicen:
En el nombre del padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
El padre de familia dice:
Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
Que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales.
En los cielos, en Cristo.
Todos responden:
Bendito sea el Señor por los siglos.
LECTURA
Uno de los presentes, lee el siguiente texto de la Sagrada Escritura:
Escuchemos con atención la lectura del profeta Isaías:
"Vendrá a ti, Jerusalén, el orgullo del Líbano, con el ciprés y el abeto y el pino, para adornar el lugar de mi santuario y ennoblecer mi estrado".
ORACIÓN DE BENDICIÓN
Luego el padre de familia, con las manos juntas, dice la oración de bendición:
Oremos.
Bendito seas, Señor y Padre nuestro,
Que nos concedes recordar con fe
En estos días de Navidad
Los misterios del nacimiento del Señor Jesús.
Concédenos, a quienes hemos adornado este árbol
Y lo hemos embellecido con luces,
Con la ilusión de celebrar
La navidad del nuevo milenio
Que podemos vivir también a la luz de los ejemplos
De la vida plena de tu Hijo
Y ser enriquecidos con las virtudes
Que resplandecen en su santa infancia.
Gloria a Él por los siglos de los siglos.
Todos responden:
Amén.
Al final, todos los presentes, santiguándose, dicen:
En el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales
 Fuente: http: https://www.aciprensa.com/recursos/bendicion-del-arbol-navideno-1870

jueves, 7 de diciembre de 2017

La Inmaculada Concepción



1. En la reflexión doctrinal de la Iglesia de oriente, la expresión llena de gracia, como hemos visto en las anteriores catequesis, fue interpretada, ya desde el siglo VI, en el sentido de una santidad singular que reina en María durante toda su existencia. Ella inaugura así la nueva creación.




Además del relato lucano de la Anunciación, la Tradición y el Magisterio han considerado el así llamado Protoevangelio (Gn 3, 15) como una fuente escriturística de la verdad de la Inmaculada Concepción de María. Ese texto, a partir de la antigua versión latina: «Ella te aplastara la cabeza», ha inspirado muchas representaciones de la Inmaculada que aplasta la serpiente bajo sus pies.

Ya hemos recordado con anterioridad que esta traducción no corresponde al texto hebraico, en el que quien pisa la cabeza de la serpiente no es la mujer, sino su linaje, su descendiente. Ese texto por consiguiente, no atribuye a María sino a su Hijo la victoria sobre Satanás. Sin embargo, dado que la concepción bíblica establece una profunda solidaridad entre el progenitor y la descendencia, es coherente con el sentido original del pasaje la representación de la Inmaculada que aplasta a la serpiente, no por virtud propia sino de la gracia del Hijo.

2. En el mismo texto bíblico, además se proclama la enemistad entre la mujer y su linaje, por una parte, y la serpiente y su descendencia, por otra. Se trata de una hostilidad expresamente establecida por Dios, que cobra un relieve singular si consideramos la cuestión de la santidad personal de la Virgen. Para ser la enemiga irreconciliable de la serpiente y de su linaje, María debía estar exenta de todo dominio del pecado. Y esto desde el primer momento de su existencia.

A este respecto, la encíclica Fulgens corona, publicada por el Papa Pío XII en 1953 para conmemorar el centenario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, argumenta así: «Si en un momento determinado la santísima Virgen María hubiera quedado privada de la gracia divina, por haber sido contaminada en su concepción por la mancha hereditaria del pecado, entre ella y la serpiente no habría ya -al menos durante ese periodo de tiempo, por más breve que fuera- la enemistad eterna de la que se habla desde la tradición primitiva hasta la solemne definición de la Inmaculada Concepción, sino más bien cierta servidumbre» (MS 45 [1953], 579).

La absoluta enemistad puesta por Dios entre la mujer y el demonio exige, por tanto, en María la Inmaculada Concepción, es decir, una ausencia total de pecado, ya desde el inicio de su vida. El Hijo de María obtuvo la victoria definitiva sobre Satanás e hizo beneficiaria anticipadamente a su Madre, preservándola del pecado. Como consecuencia, el Hijo le concedió el poder de resistir al demonio, realizando así en el misterio de la Inmaculada Concepción el más notable efecto de su obra redentora.

3. El apelativo llena de gracia y el Protoevangelio, al atraer nuestra atención hacia la santidad especial de María y hacia el hecho de que fue completamente librada del influjo de Satanás, nos hacen intuir en el privilegio único concedido a María por el Señor el inicio de un nuevo orden, que es fruto de la amistad con Dios y que implica, en consecuencia, una enemistad profunda entre la serpiente y los hombres.

Como testimonio bíblico en favor de la Inmaculada Concepción de María, se suele citar también el capítulo 12 del Apocalipsis, en el que se habla de la «mujer vestida de sol» (Ap 12, 1). La exégesis actual concuerda en ver en esa mujer a la comunidad del pueblo de Dios, que da a luz con dolor al Mesías resucitado. Pero, además de la interpretación colectiva, el texto sugiere también una individual cuando afirma: «La mujer dio a luz un hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro» (Ap 12, 5). Así, haciendo referencia al parto, se admite cierta identificación de la mujer vestida de sol con María, la mujer que dio a luz al Mesías. La mujer­comunidad está descrita con los rasgos de la mujer­Madre de Jesús.

Caracterizada por su maternidad, la mujer «está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz» (Ap 12, 2). Esta observación remite a la Madre de Jesús al pie de la cruz (cf. Jn 19, 25), donde participa, con el alma traspasada por la espada (cf. Lc 2, 35), en los dolores del parto de la comunidad de los discípulos. A pesar de sus sufrimientos, está vestida de sol, es decir, lleva el reflejo del esplendor divino, y aparece como signo grandioso de la relación esponsal de Dios con su pueblo.

Estas imágenes, aunque no indican directamente el privilegio de la Inmaculada Concepción, pueden interpretarse como expresión de la solicitud amorosa del Padre que llena a María con la gracia de Cristo y el esplendor del Espíritu.

Por último, el Apocalipsis invita a reconocer más particularmente la dimensión eclesial de la personalidad de María: la mujer vestida de sol representa la santidad de la Iglesia, que se realiza plenamente en la santísima Virgen, en virtud de una gracia singular.

4. A esas afirmaciones escriturísticas, en las que se basan la Tradición y el Magisterio para fundamentar la doctrina de la Inmaculada Concepción, parecerían oponerse los textos bíblicos que afirman la universalidad del pecado.

El Antiguo Testamento habla de un contagio del pecado que afecta a «todo nacido de mujer» (Sal 50, 7; Jb 14, 2). En el Nuevo Testamento, san Pablo declara que, como consecuencia de la culpa de Adán, «todos pecaron» y que «el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación» (Rm 5, 12. 18). Por consiguiente, como recuerda el Catecismo de la Iglesia católica, el pecado original «afecta a la naturaleza humana», que se encuentra así «en un estado caído». Por eso, el pecado se transmite «por propagación a toda la humanidad, es decir, por la transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y de la justicia originales» (n. 404). San Pablo admite una excepción de esa ley universal: Cristo, que «no conoció pecado» (2 Co 5, 21) y así pudo hacer que sobreabundara la gracia «donde abundo el pecado» (Rm 5, 20).

Estas afirmaciones no llevan necesariamente a concluir que María forma parte de la humanidad pecadora. El paralelismo que san Pablo establece entre Adán y Cristo se completa con el que establece entre Eva y María: el papel de la mujer, notable en el drama del pecado, lo es también en la redención de la humanidad.

San Ireneo presenta a María como la nueva Eva que, con su fe y su obediencia, contrapesa la incredulidad y la desobediencia de Eva. Ese papel en la economía de la salvación exige la ausencia de pecado. Era conveniente que, al igual que Cristo, nuevo Adán, también María, nueva Eva, no conociera el pecado y fuera así más apta para cooperar en la redención.

El pecado, que como torrente arrastra a la humanidad, se detiene ante el Redentor y su fiel colaboradora. Con una diferencia sustancial: Cristo es totalmente santo en virtud de la gracia que en su humanidad brota de la persona divina; y María es totalmente santa en virtud de la gracia recibida por los méritos del Salvador.


Cada 8 de diciembre, la Iglesia celebra el dogma de fe que nos revela que, por la gracia de Dios, la Virgen María fue preservada del pecado desde el momento de su concepción, es decir desde el instante en que María comenzó la vida humana.

El 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus, el Papa Pío IX proclamó este dogma:

"...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles..."

(Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de 1854)

María es la "llena de gracia", del griego "kecharitomene" que significa una particular abundancia de gracia, es un estado sobrenatural en el que el alma está unida con el mismo Dios. María como la Mujer esperada en el Protoevangelio (Gn. 3, 15) se mantiene en enemistad con la serpiente porque es llena de gracia.

Las devociones a la Inmaculada Virgen María son numerosas, y entre sus devotos destacan santos como San Francisco de Asís y San Agustín. Además la devoción a la Concepción Inmaculada de María fue llevada a toda la Iglesia de Occidente por el Papa Sixto IV, en 1483.

El camino para la definición dogmática de la Concepción Inmaculada de María fue trazado por el franciscano Duns Scotto. Se dice que al encontrarse frente a una estatua de la Virgen María hizo esta petición: "Dignare me laudare te: Virgo Sacrata" (Oh Virgen sacrosanta dadme las palabras propias para hablar bien de Ti).

Y luego el franciscano hizo estos cuestionamientos:

1. ¿A Dios le convenía que su Madre naciera sin mancha del pecado original?

Sí, a Dios le convenía que su Madre naciera sin ninguna mancha. Esto es lo más honroso, para Él.

2. ¿Dios podía hacer que su Madre naciera sin mancha de pecado original?

Sí, Dios lo puede todo, y por tanto podía hacer que su Madre naciera sin mancha: Inmaculada.

3. ¿Lo que a Dios le conviene hacer lo hace? ¿O no lo hace?

Todos respondieron: Lo que a Dios le conviene hacer, lo que Dios ve que es mejor hacerlo, lo hace.

Entonces Scotto exclamó:

Luego

1. Para Dios era mejor que su Madre fuera Inmaculada: o sea sin mancha del pecado original.

2. Dios podía hacer que su Madre naciera Inmaculada: sin mancha

3. Por lo tanto: Dios hizo que María naciera sin mancha del pecado original. Porque Dios cuando sabe que algo es mejor hacerlo, lo hace.


La Virgen María es Inmaculada gracias a Cristo su hijo, puesto que Él iba a nacer de su seno es que Dios la hizo Inmaculada para que tenga un vientre puro donde encarnarse. Ahí se demuestra cómo Jesús es Salvador en la guarda de Dios con María y la omnipotencia del Padre se revela como la causa de este don. Así, María nunca se inclinó ante las concupiscencias y su grandeza demuestra que como ser humano era libre pero nunca ofendió a Dios y así no perdió la enorme gracia que Él le otorgó.

La Inmaculada Virgen María nos muestra la necesidad de tener un corazón puro para que el Señor Jesús pueda vivir en nuestro interior y de ahí naciese la Salvación. Y consagrarnos a ella nos lleva a que nuestra plegaria sea el medio por el cual se nos revele Jesucristo plenamente y nos lleve al camino por el cual seremos colmados por el Espíritu Santo.



¿Por qué el 8 de diciembre es fiesta nacional en España?

El 'Milagro de Empel' de los Tercios de Flandes figura en el origen de la festividad



El 8 de diciembre se celebra el día de la Inmaculada Concepción y es fiesta nacional en España. Esta festividad tiene su origen en el llamado Milagro de Empel, un suceso acaecido el 7 y 8 de diciembre de 1585, a raíz del cual la Inmaculada Concepción fue proclamada patrona de los Tercios españoles y actual infantería española.

De acuerdo con la tradición, el 7 de diciembre de 1585, el Tercio del Maestre de Campo Francisco Arias de Bobadilla (compuesta por unos cinco mil hombres) combatía durante la Guerra de los Ochenta Años en la isla de Bommel, situada entre los ríos Mosa y Waal, bloqueada por completo por la escuadra del almirante Holak. La situación era desesperada para los Tercios españoles, pues, además del estrechamiento del cerco, había que sumarle la escasez de víveres y ropas secas.

El jefe enemigo propuso entonces una rendición honrosa pero la respuesta española fue clara: «Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos». Ante tal respuesta, Holak recurrió a un método harto utilizado en ese conflicto: abrir los diques de los ríos para inundar el campamento enemigo. Pronto no quedó más tierra firme que el montecillo de Empel, donde se refugiaron los soldados del Tercio.

En ese crítico momento, de acuerdo con la tradición, un soldado del Tercio cavando una trinchera tropezó con un objeto de madera allí enterrado. Era una tabla flamenca con la imagen de la Inmaculada Concepción.

Anunciado el hallazgo, colocaron la imagen en un improvisado altar y el Maestre Bobadilla, considerando el hecho como señal de la protección divina, instó a sus soldados a luchar encomendándose a la Virgen Inmaculada:

Este tesoro tan rico que descubrieron debajo de la tierra fue un divino nuncio del bien, que por intercesión de la Virgen María, esperaban en su bendito día.

Según indica la citada tradición, un viento completamente inusual e intensamente frío se desató aquella noche, helando las aguas del río Mosa. Los españoles, marchando sobre el hielo, atacaron por sorpresa a la escuadra enemiga al amanecer del día 8 de diciembre y obtuvieron una victoria tan completa que el almirante Holak llegó a decir: «Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro».

Aquel mismo día, entre vítores y aclamaciones, la Inmaculada Concepción es proclamada patrona de los Tercios de Flandes e Italia.


La bula papal

Sin embargo, este patronazgo se consolidaría trescientos años después, luego de que la bula Ineffabilis Deus del 8 de diciembre de 1854 proclamase como dogma de fe católica la Concepción Inmaculada de la Virgen Santísima.


 El 12 de noviembre de 1892, a solicitud del Inspector del Arma de Infantería del Ejército de Tierra de España, por real orden de la Reina Regente doña María Cristina de Habsburgo, se ''declara Patrona del Arma de Infantería a Nuestra Señora la Purísima e Inmaculada Concepción''.


Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales


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