sábado, 29 de febrero de 2020

¿Qué es un Costalero?



Leónidas Rivera Calmet decía que "El Costalero es el orfebre anónimo de la Semana Santa Sevillana. Su cabeza es la cariátide que sostiene todo el peso de las andas. Estos hombres rudos, fuertes, de acero, van metidos en aquella especie de sótano que es la parte baja del paso". El término sevillano «Costalero», recogido como andalucismo (1) en el DRAE, aparece descrito con más precisión por el "Vocabulario Andaluz" (2) como: "los que llevan los pasos de las imágenes, con un costal algo relleno que se colocan en la cabeza y les cae por la espalda". 





En la revista "Nueva Antropología" de la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México, aparece un artículo de Dª. María del Pilar Fernández Ángulo, titulado «Las cuadrillas de costaleros en Sevilla. Estudio antropológico del "costal" y la "trabajadera"»  donde se dice que: El costalero sevillano debe su nombre al costal, imprescindible por la forma de cargar los pasos, mientras que en otras zonas geográficas son otras las maneras de llevarlos y por tanto otros los modos de llamar a los hombres que desempeñan esta labor: "cargadores" en Cádiz, "hombres de trono", en Málaga, "hombres de carga" en Salamanca, y "hermanos de paso" o "cargadores" en Zamora. (...). El término costalero deriva de la prenda fundamental que usan para su trabajo: el costal. Es una pieza de arpillera o tejido de estopa de similar aspecto al esparto aunque menos vasto...El costal, junto con la "morcilla", forma el elemento más importante de la vestimenta del costalero...






El uso de «Costalero» aparece en documentos cofrades de la capital andaluza desde hace siglos. D. Isidoro Moreno Navarro en el libro "La antigua hermandad de los negros de Sevilla" (1997) transcribe los pagos, procedentes del libro de cuentas, a los costaleros que también portaban las pasos, que en aquel tiempo eran trabajadores que se dedicaban a la carga y descarga de mercancías: ...en 1680 en las cuentas de Semana Santa existe una partida que se refiere expresamente a un pago "a los costaleros que llevaron el paso de Nuestra Señora", aunque el término no se hallaba por entonces reservado a los cargadores de los pasos, como hoy, sino que era utilizado para designar a cualquier mozo de carga. Así, por los mismos años están también recogidos pagos "al costalero que llevó y trajo la manguilla al entierro de un hermano" y al costalero que trajo cuadros y láminas. 







El Académico de la Lengua D. Cristóbal Pérez Pastor, en su texto "Moriscos, pícaros, ganapanes, ladrones y vagabundos" (1910) estudia a los ganapanes, denominación similar a la de Costaleros en Sevilla, explicando su significado y el de otras palabras parecidas: Ganapanes. Ganapán, s.m.: El mozo del trabajo que adquiere su sustento llevando cargas y transportando lo que le mandan de una á otra. Covarrubias dice se llamó asi, porque ganan el pan con excesivo trabajo, cansancio y sudor: como si fuese su exercicio oficio de ganapanes, para el qual no es menester más de buenas fuerzas.» Lat. «Bajulus». Cervantes. «Quijote», tomo 1.º. cap. 37. Esquilache  «Rimas», soneto 21. Un Gigantón veréis en lustre y mando Llegad más cerca y levantad la ropa; Veréis debaxo un ganapán, sudando. (Diccionario de autoridades.) «Señor juez: Ganapán soy, no lo niego; pero cristiano viejo, y hombre de bien á las derechas; y si no fuese que alguna vez me tomo del vino, ó él me toma á mí, que es lo más cierto, ya hubiera sido prioste en la cofradía de los hermanos de la carga...» (Entremés del Juez de los divorcios.). Costaleros (en Sevilla). Palanquines (por la palanca) también gallegos se llamaban y llaman en Cádiz los ganapanes, que en la misma Andalucía, Alcarria y otras partes son tenidos por holgazanes.







Volviendo al mundo cofrade, sería con la década de los setenta del siglo XX cuando los hermanos costaleros fueran ocupando las trabajaderas de los pasos en Sevilla, y posteriormente serán hermanos los que también ocuparán puestos de los acólitos y otros que formaban el personal de servicio de la cofradía. De esto se da cuenta en el libro "La Hermandad de los Estudiantes. Aproximación a la historia de una cofradía sevillana en el siglo XX" (1999): A partir de la década de los setenta se introdujeron una serie de cambios en el cortejo. El más importante fue la paulatina desaparición del personal asalariado que participaba en el mismo. Dichos cambios se iniciaron con la incorporación de los costaleros hermanos en 1973, y luego, ya en los ochenta, con la sustitución, así mismo por hermanos, de los acólitos y otros que integraban el personal de servicio de la cofradía.




Grupo de Acólitos de "Los Javieres" de la Hermandad de los Estudiantes. Madrugada del Viernes Santo del 2014






Por lo que se refiere a los costaleros, la idea partió de un grupo de estudiantes de Derecho que contó, cuando la misma fue aceptada por la junta de gobierno, con jóvenes de otras procedencias. En cualquier caso, no todos eran hermanos en ese momento, por lo que antes del Martes Santo ingresaron como tales. En estos momentos el capataz que sacaba los pasos era Salvador Dorado, el "Penitente", que fue quien dirigió la citada cuadrilla. Aunque ya costaleros profesionales habían sacado algunos pasos fuera de la Semana Santa, esta iniciativa de los Estudiantes constituyó el punto de no retorno para la paulatina incorporación de los hermanos a las citadas cuadrillas, como se mostraría en los años inmediatamente posteriores. 








Para el «Costalero» es importantísimo su cuello, y más concretamente la Séptima Vértebra Cervical, que como ya se sabe protegen con el costal y la morcilla, fundamentales para su labor. De la ya mencionada Vértebra el doctor y gran capataz D. Antonio Santiago ha dicho: “…la Séptima Vértebra Cervical, con su saliente se diferencia de las demás no por casualidad. Dios la creo así para llevar Pasos de Semana Santa…”.




D. Antonio Santiago, D. Manuel Santiago Gil, en el centro, y D. Luis León Vázquez

ante el paso de palio de la Esperanza Macarena

(Fuente: ¡A ésta es!)


En cuanto a Oviedo, D. Ángel Fidalgo en una entrevista, realizada para el diario asturiano La Nueva España, a D. José Luis Felgueroso Blanco (Pregonero de la Junta de Hermandades y Cofradías de Penitencia de Oviedo del año 2005 y Hermano Honorífico de la Archicofradía del Santo Entierro), cuando fue preguntado por las singularidad de las cofradías y hermandes ovetenses, contestó lo siguiente: Son todas similares, a no ser la de los Estudiantes, que se rige por el mismo sistema que las sevillanas. La forma de llevar los pasos, por dentro o por fuera. La de los Estudiantes es la única que lo llevan a costal y que tienen a honra en ser los únicos en poder llamarse costaleros. 




Notas de la entrada:


1. "Las variedades de la lengua española y su enseñanza" (Francisco Moreno Fernández, 2010):  Se trata de los andalucismos, entre los que se encuentran voces referidas a realidades culturales –musicales, religiosas, gastronómicas– de origen andaluz (soleá, costalero, salmorejo, pipirrana, gazpachuelo).



2. El "Vocabulario Andaluz", cuya primera edición apareció en el 1934, le valió a su autor D. Antonio Alcalá Venceslada (Andújar, 1883 - Jaén, 1955) dos veces el premio Conde de Cartagena de la Real Academia de la Lengua Española. En Abril del 1933 la Real Academia de la Lengua Española hace pública la concesión del premio Conde de Cartagena para el "Vocabulario andaluz, que reunió don Antonio Alcalá Venceslada con mucha inteligencia y no poco estudio". El 19 de Noviembre de 1941 la Academia concedió el mismo premio de "esta Fundación a don Antonio Alcalá Venceslada, por su nuevo Vocabulario andaluz", por una nueva edición del mismo. De esta obra se han realizado varias ediciones, la última por la Universidad de Jaén y Cajasur, con un estudio preliminar de D. Ignacio Ahumada (edición del año 1998). D. Antonio Alcalá Venceslada, además de Catedrático de Instituto y Miembro del Cuerpo de Archiveros, fue nombrado Académico de la Real Academia de la Historia el 7 de diciembre de 1923 e, igualmente, también lo fue por la Real Academia de la Lengua.



Artículo enviado por:


Jesús Manuel Cedeira Costales.


Fuentes:


Moriscos, pícaros, ganapanes, ladrones y vagabundos

Cristóbal Pérez Pastor

Noticias y documentos relativos a la historia y literatura españolas (vol. 1)

Memorias de la Real Academia Española, Volumen 10 (1910)



Semana Santa y Feria de Abril en Sevilla

Leónidas Rivera Calmet

Editora Peruana (1952)



La antigua hermandad de los negros de Sevilla. Etnicidad, poder y sociedad en 600 años de Historia

Isidoro Moreno Navarro

Universidad de Sevilla. Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía (1997)



La Hermandad de los Estudiantes. Aproximación a la historia de una cofradía sevillana en el siglo XX

A. Collantes de Terán Sánchez, J. M. Guetiérrez, I. Ríos Collantes de Terán

Universidad de Sevilla, 1999



Las cuadrillas de costaleros en Sevilla. Estudio antropológico del "costal" y la "trabajadera".

María del Pilar Fernández Angulo

Nueva Antropología, 2003 XIX (63)



El portapasos cartegenero

Javíer Ortín

La Opinión de Murcia, el 24-4-2003




FOTOGRAFÍAS: RAY PORRES


jueves, 27 de febrero de 2020

¿POR QUÉ SE VISTE A LA VIRGEN MARÍA DE HEBREA?





El origen de esta manera de ataviar a nuestras vírgenes se encuentra en Sevilla a iniciativa de Juan Manuel Rodríguez Ojeda a principios del siglo XX. Este bordador sevillano revolucionó, en gran parte, el estilo de las cofradías de la capital y su modelo es el que se ha extendido por toda Andalucía y parte de España, por lo tanto, a él se debe la estética de la Semana Santa tal y como la conocemos hoy.




Juan Manuel Rodríguez Ojeda, basándose en experiencias anteriores, configuró un atuendo concreto que se conoce como “de hebrea” y así ha llegado a nuestros días: manto azul en raso con vueltas en blanco, saya de terciopelo rojo, rostrillo de tul ribeteado con una tela combinada con el fajín en rayas de colores; se corona a la Virgen con un sencillo aro de estrellas, aunque actualmente también se suelen utilizar las diademas.




De esta manera, en la Cuaresma se recreaba de una manera idealizada el modo de vestir de las mujeres en la época en que murió Jesús. También se visten a las vírgenes de hebrea durante la Navidad, que representan la sencillez con la que la María dio a luz al niño Jesús.
Contrapuesto al modo sencillo de vestir de hebrea, está el vestir a las dolorosas de reinas, es decir, con corona, joyas y suntuosos mantos y sayas bordadas en oro.





La virgen de hebrea, símbolo de la cuaresma

 La Cuaresma se caracteriza por estar llena de detalles, tradiciones y costumbres, heredadas de siglos atrás y que las hermandades año tras año recuerdan. Con la llegada de la Cuaresma, se repite uno de los ritos más usuales y tradicionales de este tiempo de preparación. En el interior de los templos, las imágenes de la Virgen de las respectivas cofradías suelen vestirse con un atuendo especial, singular y distinto alejado de los habituales, vestimenta propia de este tiempo de preparación que indica que un nuevo tiempo comienza. La imagen de la Virgen María se muestra más cercana a los devotos, sin ningún elemento ostentoso, para visualizarla de la misma forma en la que Jesucristo lo hizo antes de morir en la cruz. La cercanía de la Semana Santa se anuncia en los templos cuando la Virgen María viste de hebrea.




El origen de esta manera de ataviar a nuestras vírgenes se encuentra en Sevilla, a principios del siglo XX. Su ideólogo fue Juan Manuel Rodríguez Ojeda, bordador y diseñador sevillano cuyas obras revolucionó el mundo cofrade de principios de siglo XX. Rodríguez Ojeda renovó, en gran parte, el estilo de las cofradías de la capital y su modelo es el que se ha extendido por toda Andalucía y parte de España. Juan Manuel Rodríguez Ojeda vistió por primera vez de hebrea a una Dolorosa en aquella Cuaresma de la primera década del siglo XX, férreamente marcada por los preceptos litúrgicos. En 1905 Rodríguez Ojeda es nombrado Teniente Hermano Mayor de la Hermandad de la Hiniesta de Sevilla, encargándose de la confección del manto y palio así como del arreglo de las imágenes titulares. La imagen de María Santísima de la Hiniesta de la Iglesia de San Julián se presentó en la Cuaresma despojada de sus atributos de reina y vestida concisamente, mediante pliegos de papel, con un sencillo manto raso, un pobre sayal ceñido a la cintura con faja, el rostro enmarcado por un velo plisado y nimbada con estrellas como único atributo de santidad. Su atuendo se perfeccionó después con mucho más artificio y milimétrico, otorgándole mayor personalidad propia.




La Sevilla de entonces era una ciudad fuertemente religiosa en lo espiritual y en lo social, donde la liturgia traspasaba los muros de los templos para marcar la vida cotidiana, implantando unos usos y costumbres que afectaban al ocio, al vestuario e incluso a la gastronomía. En este sentido, era la Cuaresma uno de las épocas más importantes, un periodo de oración y preparación, que consideraba la conformación de un ambiente austero y el uso de determinados símbolos como la mejor guía para los fieles. De esta manera, la sobriedad inundaba las celebraciones religiosas y la decoración de los templos, donde se suprimían flores, se silenciaba la música y se ocultaban los ornamentos más lujosos no como señal de tristeza, sino como signo de disposición.




La obra de Juan Manuel Rodríguez Ojeda evidencia que poseía un profundo conocimiento de los protocolos de la liturgia y de su lenguaje simbólico. Se sabe que durante sus inicios en el taller de las hermanas Antúnez fue instruido en iconografía sagrada, poseía amistad con personalidades muy cultivadas dentro de la jerarquía eclesiástica sevillana y la producción de ornamentos litúrgicos era una de las principales especialidades de su taller. El artista, fuertemente imbuido del espíritu barroco que influenció la composición y el contenido de sus obras, fue consciente del papel pedagógico que el aderezo de las imágenes religiosas poseía en una cofradía. Así pues, subrayando la máxima tridentina de utilizar la ornamentación como elemento reforzador de los valores espirituales de las imágenes, vistió a la Virgen con absoluta austeridad, acorde a los principios cuaresmales. Ya no se mostraba como Reina de los Mártires en su condición de Mater Dolorosa, sino que se presentaba en toda su dimensión humana como la humilde Myriam de Nazaret, cumpliendo de este modo la proposición de la sagrada liturgia cuaresmal que ve a María como modelo de discípulo entregado, que escucha y sigue el camino de Cristo hacia el Calvario.




Aunque esta indumentaria contaba con precedentes en los siglos XVIII y XIX, la redefinición del prototipo de hebrea por parte de Rodríguez Ojeda se constituye ahora como una creación genuina del diseñador, que descubre a Juan Manuel como un artista conceptual. La usanza de hebrea no sólo fue un recurso estético, sino que fue tomada como instrumento para recalcar la función ejemplarizante de la Virgen, que, representada en su humana condición de discípula fiel y seguidora peregrina del misterio de Cristo, se mostraba como el ideal de participación litúrgica de la Iglesia en Cuaresma. El logro fue doble, pues paralelamente se revalorizaba su figura en este período, significando su presencia en los cultos de Cuaresma, un tiempo dedicado de lleno a Cristo que tan sólo la recordaba durante la festividad de los Dolores el Viernes de Pasión.




La referencia directa del modelo se halla en la escuela barroca sevillana, donde artistas, como Murillo o Roldán, figuraban a la dolorosa ataviada con simples ropajes: vestido burdeos, ceñidor, velo hebreo y manto azul. Se retomaba a una vertiente iconográfica mariana de gran antigüedad encontrándose en las primitivas pinturas bizantinas y paleocristianas que había sido perpetuada en las obras de los grandes maestros de toda la historia, como Pedro de Mena, quien la plasmó de forma sublime en sus famosas dolorosas. Según esta corriente, el color granate era símbolo de realeza, apego y apuntaba a la sangre de la Pasión y Muerte de Cristo, la faja o cinturón ceñido a rayas de colores representaba la sujeción y obediencia, el velo blanco hace alusión a la dignidad de la mujer y el azul del manto se ofrece como signo de pureza, verdad y amor celestial, color frecuentemente empleado en las representaciones de la Virgen junto a Cristo. Por último, la imagen lleva sobre sus sienes un aro de metal con doce estrellas, lo que recuerda en su conjunto los colores y la forma en la que se representaba.




La idea fue acogida inmediatamente por otras hermandades, ya que, a juzgar por la prensa de la época, no eran pocas las dolorosas que durante los años veinte se presentaban en Cuaresma vestidas a la hebrea, apelativo que ya era recogido en las crónicas de Muñoz San Román para designar a este atuendo. La costumbre se generalizó a partir de los años 50, y actualmente goza de muy buena salud, trascendiendo desde a todo el ámbito nacional como uno de los signos inequívocos de la Cuaresma. Algunas hermandades también visten a sus dolorosas de hebrea durante la Navidad para representar la sencillez con la que María dio a luz al Niño Jesús y en lugar del aro de estrellas usan diademas sobre sus sienes.




Así, desposeídos de casi todo, como la simpleza de una Virgen vestida de hebrea debemos adentrarnos en la Cuaresma, con la sencillez como elegancia, mirando hacia el interior, como la Virgen mira a la corona de espinas que sostiene entre sus manos.




La Cuaresma despoja a las Dolorosas del abolengo habitual para destacar la sobriedad natural de las vírgenes

Año tras año se repite uno de los ritos más usuales y característicos de este tiempo de preparación que precede a la Semana de Pasión, la Cuaresma. Los templos guardan mayor recogimiento, los colores azules, morados y añiles cobran más presencia y las imágenes de la Virgen María se visten con un atuendo más sobrio: de hebrea.




El motivo de este particular estilo no fue otro que la necesidad de innovar a principios del siglo XX, ante los pocos recursos que las hermandades tenían para configurar un ajuar. Posteriormente se convirtió en toda una moda que impulsó Juan Manuel Rodríguez Ojeda, bordador y diseñador sevillano y auténtico 'creador' de la Semana Santa que hoy en día se conoce.




La vestimenta de hebrea se compone en esencia por un manto azul en raso, con un forro en color blanco para que destaque el doblez en la zona de la cabeza y los hombros. En cuanto al color de la saya, se suele usar el rojo. Quizás lo más característico sea el cinturón o fajín que la imagen luce en su cintura. Suele ser una tela llamativa, a rayas de colores. Como remate, a las vírgenes se les suele colocar sobre sus sienes una diadema de metal con doce estrellas y una corona de espinas en sus manos.




Artículo enviado por:
Jesús Manuel Cedeira Costales.

Fuentes:
elcostal.org
Estepa Cofrade.
diariosur.es


martes, 25 de febrero de 2020

¿DE DÓNDE SE OBTIENE LA CENIZA PARA EL PRIMER DÍA DE LA CUARESMA?





El Miércoles de Ceniza el sacerdote traza una cruz de ceniza sobre la frente de los fieles.


¿De dónde viene esa ceniza?

El Miércoles de Ceniza marca el comienzo de la Cuaresma. Un día en el que durante la celebración de la misa los sacerdotes trazan con ceniza una cruz sobre la frente de los fieles. Pero, ¿de dónde proviene esa ceniza?


La ceniza que los sacerdotes utilizan para trazar la cruz en los cristianos viene de la inceniración de los ramos bendecidos en el Domingo de Ramos del año anterior. Esta bendición tiene lugar en la misa del Miércoles de Ceniza, después de la homilía.



La ceniza es sacramental, es decir, un signo sagrado “con los que, imitando de alguna manera a los sacramentos, se expresan efectos, sobre todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida” -Catecismo, 1667-.



“Conviértete y cree en el Evangelio” o “Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás” son las palabras con las que el sacerdote hace la señal de la cruz a todos los feligreses.



“Eres polvo y al polvo volverás”

Este gesto recuerda a una antigua tradición del pueblo hebreo: cuando se estaba en pecado o cuando querían preparar para una fiesta importante en la que debían estar purificados, se cubrían de cenizas y se vestían con un saco de tela áspera.

Unas palabras que nos remiten a cuando “el Señor dijo a Adán tras la culpa de los orígenes: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás” (Gen 3,19). Aquí, la palabra de Dios nos recuerda nuestra fragilidad, incluso nuestra muerte, que es su forma extrema.

Frente al innato miedo del fin, y aún más en el contexto de una cultura que de tantas formas tiende a censurar la realidad y la experiencia humana del morir, la liturgia cuaresmal, por un lado, nos recuerda la muerte invitándonos al realismo y a la sabiduría, pero, por otro lado, nos empuja sobre todo a coger y a vivir la novedad inesperada de que la fe cristiana libera de la realidad de la misma muerte”.

Artículo enviado por:
Jesús Manuel Cedeira Costales.

Fuente: https://www.primeroscristianos.com/


lunes, 24 de febrero de 2020

MIÉRCOLES DE CENIZA




El signo de la ceniza con el que la Iglesia comienza públicamente este tiempo de penitencia es muy elocuente. No hace falta mucha explicación, habla casi por sí solo.

El hombre viene de la tierra (Adán significa «sacado de la tierra, del barro») y al morir vuelve a la tierra en forma de polvo, de ceniza. Entre esos dos momentos discurre la vida de cada uno.

 Esta puede vivirse con un horizonte de futuro, con esperanza, o como un caminar sin sentido, hacia la nada. 

El signo de la ceniza no expresa nihilismo, sino finitud de la criatura, y presenta la ocasión para pensar en el sentido de la vida con horizonte de eternidad.




Al imponernos la ceniza, se nos dice: «Polvo eres y al polvo volverás», o bien, «Conviértete y cree en el evangelio». 

Recuerda que eres muy poca cosa, pero se te anuncia algo y Alguien que te dará esperanza: la vida eterna y a Jesucristo, que te la da: vuélvete (conviértete) a él.

El evangelio nos presenta el «trípode» cuaresmal gracias al cual podemos caminar con la mirada puesta en Cristo. 

Esto es lo importante, y no las obras en sí. La intensificación de la oración nos hace llenarnos más de Cristo. En la medida en que me lleno del Señor, veo que puedo prescindir (ayunar) de muchas cosas. 





Y el fruto de ese desprendimiento es la limosna. La ejercitación de este «trípode» no tiene como fin que nos vean, que se «asombren» ante lo que hacemos. Solo importa una mirada: la mirada del Padre, que ve en lo escondido.

Padre celestial, acaba con mis rebeliones. Que, a través de la gracia de este tiempo, la gloria de tu imagen brille más perfectamente a través de mi carne.

Penitencia sugerida para hoy:
Reza al menos quince minutos al Santo Nombre de Jesús.



Artículo enviado por:
Jesús Manuel Cedeira Costales.

Fuente:
Reflexión basada en Mateo 6,1-6. 16-18. Texto de
Pablo Cervera Baranco.

Estandarte

  Estandarte Del fr. ant. estandart, y este del franco *stand hard”, mantente firme. Es una confección textil con colores y símbolos que rep...