La Procesión y la vida
El hombre es un ser en camino. Se va haciendo mientras camina. No puede permanecer quieto; necesita metas que pongan en movimiento todas sus capacidades. El hombre es el ser permanentemente insatisfecho, el que no se conforma, el que camina impulsivamente tras la felicidad.
Y no es posible la aventura de la vida caminando en solitario. Vamos todos en el mismo barco y nuestra suerte está vinculada a la de los demás. Por eso, la fiesta y la procesión son un fuerte correctivo al individualismo insolidario.
En una sociedad tan secularizada como la nuestra, las fiestas y las procesiones siguen gozando de buena salud. No hay fiesta popular que se precie sin su correspondiente procesión.
La gente acude masivamente a las fiestas y a las procesiones porque: hay en ellas un rito que cumplir, un camino que recorrer, una música que disfrutar, una belleza que admirar, un santo a quien implorar, una memoria que acoger, una identidad que reconocer, un futuro que labrar...
Procesiones, ¿para qué?
Quien las observa desde fuera, puede preguntarse para qué sirve mover una imagen de un sitio a otro o hacer con ella un recorrido por la calle. Nos convendrá explicar un poco el significado de la palabra “procesión”.
La palabra “procesión” viene del verbo latino “pro-cedere”, que significa marchar, ir hacia delante.
Cuando esta marcha se realiza con otros, en grupo, suele manifestar el deseo de ir hacia el mismo sitio, la misma meta, alcanzar el mismo objetivo.
Crea en el grupo lazos de unión y se convierte en un lenguaje común de mucha expresividad: manifestaciones, marchas de protesta, desfiles festivos, peregrinaciones, procesiones, etc.
La procesión es una expresión de culto de carácter universal en la que la piedad y la liturgia establecen una relación muy peculiar.
La Eucaristía y la Procesión
La Eucaristía arroja una luz potente sobre el sentido de la procesión: toda procesión parte y al mismo tiempo nos conduce al encuentro de Cristo Salvador, salvación que se hace real y eficaz en la Eucaristía.
De hecho, dentro de la celebración de la Eucaristía tienen lugar una serie de procesiones que son necesarias para el desarrollo de la misma:
la procesión de entrada del ministro y los celebrantes;
la procesión hacia el ambón para proclamar el Evangelio;
la procesión para presentar las ofrendas;
el momento de recibir la comunión, que también se considera procesión.
Variedad de procesiones
Las procesiones cristianas se inician llevando al recién bautizado desde la pila bautismal hasta el altar, signo de que la vida que ha comenzado en el Bautismo ha de ser alimentada en la Eucaristía y en la que encontrará su plenitud.
La piedad popular amplió con el tiempo el número de procesiones, tanto para honrar a la Virgen y a los santos como para meditar los aspectos de la pasión.
Riesgos
Pero las procesiones pueden conllevar también, si no se cuidan, ciertos riesgos, como pueden ser:
Que estas manifestaciones religiosas prevalezcan sobre los sacramentos.
Considerar la procesión como el acto principal de la fiesta.
Convertirla en un acto folclórico o cultural.
Convertirla en mero espectáculo.
Convertirla en manifestación de lujo y ostentación.
Sugerencias
La procesión no es una marcha sin rumbo. Nos convoca, a través de una imagen, alguien que nos conecta con algo que hemos oído, leído o celebrado en la Eucaristía. Ese alguien vive, no es un icono sin vida.
Por eso, algo tan simple como
· el respeto a la imagen y lo que representa,
· los adornos y el enrame que lleva,
· las joyas que porta y la forma de colocarlas,
· la devoción y el silencio en el recorrido,
· la dignidad en el vestir y en las palabras,
· la música o los cantos que suenan,
· los bailes o los movimientos...
· tienen que ser acordes con el Misterio de Dios, de la Virgen o de los Santos a los que se recuerdan, y a la dignidad de la persona que lo porta sobre sus hombros o lo acompaña.
Además, sobre las procesiones, hemos de tener en cuenta:
· Han de tener carácter evangelizador.
· Con recorridos cortos, concretos y fijos.
· La organización de los actos religiosos de las fiestas patronales compete a la Parroquia.
· Es a la parroquia a la que corresponde editar los programas de las fiestas religiosas que organiza.
· Evitar la multiplicación de procesiones
· Evitar varias imágenes de la Virgen o de Crucificados en la misma procesión.
· Consultar al Párroco sobre las procesiones de promesa.
Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales
Fuente:piedadpopular.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario