La Fiesta de hoy se comenzó a celebrar en el año 1109, tiene lugar todos los años, el día 30 de diciembre, en recuerdo del legendario traslado de los restos del Apóstol desde el puerto de Jaffa, en Palestina, hasta las costas gallegas, donde fueron desembarcados en el muelle de Iria Flavia, en el municipio coruñés de Padrón, según cuenta la tradición.
Corría el año 42 después de Cristo cuando Herodes Agripa manda decapitar a Santiago el Mayor, discípulo del Señor.
San Lucas narra cómo su cuerpo fue arrojado fuera de la ciudad para que fuera devorado por los perros y las fieras, pero sus discípulos conocidos como los Siete Varones Apostólicos, San Torcuato, San Tesifonte, San Indalecio, San Segundo, San Eufrasio, San Cecilio y San Hesiquio, lograron rescatarlo y lo embarcaron en el puerto de Jope.
Tras días de navegación arribaron al puerto de Iria Flavia (la actual Padrón) en Galicia, atando la embarcación a una roca donde posaron el cuerpo de su maestro, roca que fue cediendo hasta convertirse en el sarcófago del Santo.
Los discípulos se dirigen entonces a la corte de la reina Lupa para solicitarle una parcela para sepultar al Apóstol; la reina los envió a la cercana corte del rey Duyo, enemigo del cristianismo, quien los encarceló.
Un ángel los liberó y, cuando eran perseguidos, se produjo el milagro del hundimiento de un puente que acabó con los perseguidores.
Volvieron a la corte de Lupa, quien de nuevo intentó deshacerse de ellos aconsejándoles que unciesen el carro con unos supuestos bueyes mansos que eran, en realidad, toros salvajes.
Los animales, olvidando su fiereza, se dejaron uncir, milagro que hizo que la reina Lupa se convirtiera al cristianismo y cediera su palacio para iglesia y sepultura del Apóstol.
Una vez sepultado el apóstol, los santos designaron a dos discípulos, llamados Teodoro y Atanasio, para que quedaran custodiando y venerando las reliquias de Santiago.
Además, predicaban a Cristo a los habitantes de la zona.
Los siete varones, por su parte, se dispersaron por toda la península para evangelizarla.
Pasó el tiempo y murieron los dos custodios, que fueron sepultados junto a Santiago, como habían pedido a los discípulos que habían hecho mediante sus predicaciones.
Casi ocho siglos más tarde, hacia el año 813 (según versiones, 820 y hasta 830) se produjo el milagroso descubrimiento de las reliquias del Apóstol Santiago bajo la maleza.
Las encontró un ermitaño que vio allí signos celestiales: estrellas que se movían de modo milagroso y cánticos angelicales.
Enseguida avisó a su obispo, Teodomiro, cuya sede estaba en una antigua villa romana próxima, Iria Flavio.
El prelado comunicó la noticia al rey astur Alfonso II “El Casto”, quien mandó a levantar una primera capilla de piedra y barro junto al antiguo mausoleo.
Este templo recibió en el 834 un Preceptum regio que lo convertía en sede episcopal y le otorgaba poder sobre los territorios próximos.
A su alrededor, buscando su protección, comenzaron a establecerse los primeros pobladores y grupos monacales de benedictinos encargados de la custodia de las reliquias.
Este es el origen de la Catedral actual, de la ciudad y del camino santiagués que durante siglos atrajo y atrae, peregrinos de todos los confines de Europa y del mundo.
Santiago se convierte en símbolo de la reconquista frente a los moros, en una época especialmente dada al culto de reliquias de santos.
Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales.
Fuente: Texto de Jesús Cano Moreno
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