Los niños holandeses se acuestan contentos e ilusionados en Diciembre, porque quien va a venir durante la noche es alguien de España que les va a dejar muchos regalos.
Nos referimos a San Nicolás.
Tal vez os suene más después de la transformación de los norteamericanos: Santa Klaus.
Esa es la tradición de diciembre llega desde España San Nicolás (en holandés, Sinterklaas).
Visitando por la noche las casas de los niños y colocando (con su inseparable ayudante, Pedrito el negro) los regalos en los zapatos, generalmente, naranjas, dulces y juguetes.
Cuando los holandeses fundaron Nueva Amsterdam en Norteamérica se llevaron la tradición con ellos.
Luego, cuando los británicos echaron a los holandeses y renombraron la ciudad a Nueva York (que ya os sonará más), la tradición continuó. Pasaron muchos años.
Sinterklaas derivó en Santa Klaus, y durante décadas apareció en cuentos y literatura y se hicieron cambios en su fisonomía hasta el más reciente, que fue el de la Coca-Cola, que es como lo conocemos ahora.
Este «origen» tiene antecedentes históricos. Al parecer, los restos del verdadero San Nicolás descansan en Bari (urbe italiana situada en la costa adriática, al sur del país).
Ciudad antaño integrada en el antiguo reino de las "Dos Sicilias", del cual el emperador Carlos I de España y V de Alemania fue rey.
Cuando su sucesor, Felipe II, heredó los Países Bajos, España y las Dos Sicilias, el enclave era territorio español.
De ahí parte la creencia de que San Nicolás llegue de España y, por asociación, de Madrid, la capital del imperio en aquellos años.
Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales.
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