domingo, 13 de marzo de 2016

Decálogo para una hermandad ante el Año de la Misericordia




Javier Leoz

La Cuaresma y la Semana Santa son los puntos fuertes del año para las miles de hermandades y cofradías que hay repartidas por toda España. Para que su actividad cumpla el cometido de honrar a Dios y promover la fe, sin convertirse en meros actos culturales o folclóricos, los hermanos y cofrades deben recordar estos puntos clave.


1 A través de la belleza artística que una hermandad promueve, venera, ensalza, cuida y expresa interna y externamente, se manifiesta la grandeza de Dios.

2 En el esfuerzo físico se traduce, además, nuestra aportación personal a lo que falta a la Pasión de Cristo.

3 En la formación personal y colectiva de la hermandad, desde un plano de fe y teológico, se compagina la devoción con la formación.

4 En la limosna o cuota para el sostenimiento de las diversas necesidades que llevan a cabo los hermanos, siempre ha de estar presente un pensamiento: la caridad con el pobre.

5 La hermandad, en la medida de sus posibilidades, habrá de hacer una pequeña estación frente a un hospital, un enfermo o comunidad religiosa entregada a los más desfavorecidos.

6 Los miembros de una hermandad, sobre todo en este Año Santo Jubilar de la Misericordia, tendrán que acercarse al sacramento de la Penitencia. En él, siempre se encuentra el complemento para ser mejores porteadores y mejores testigos del amor de Dios.

7 La común unión entre los cofrades, y también con los sacerdotes y el propio obispo de la diócesis, será una forma determinante para saber si –de verdad– estamos en comunión con Dios. La celebración de la Eucaristía y la participación en la Adoración eucarística han de ser las vigas maestras que sostengan el alma y la vida espiritual de toda hermandad.

8 Escuchar a los hermanos que tienen más dificultades, atenderles, ayudarles y dedicarles tiempo será también un buen síntoma de una hermandad con salud espiritual, que no es indiferente al sufrimiento de los demás.

9 El culto a los difuntos, especialmente a los que nos han precedido en la hermandad, será una obra de misericordia. Cuántos en nuestro entorno mueren quizás sin familia pero siempre con la Iglesia, a través de la hermandad, que reza por ellos.

10 Una hermandad, en el Año Jubilar de la Misericordia, será siempre una mano tendida para sostener sobre los hombros a María, al Nazareno y a todas y cada una de las imágenes que representan el amor de Dios. Un amor que se hace pasión, entrega, generosidad, delirio e identidad en medio de nuestro pueblo, a quien estamos llamados a ofrecérselo y mostrárselo.

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