Recientemente, unas encuestas en España, nos alertaban sobre la deserción de la iglesia, de un alto porcentaje de jóvenes.
Ello, por supuesto, nos ha de servir para analizar el por qué de esa indiferencia (no de todos) ante la Iglesia. Pero, a la vez, nos ha de interpelar mucho más sobre la misión profética de la Iglesia en medio del mundo.
-Y es que, la realidad, nos invita a el "sálvese quien pueda". La iglesia, nos recuerda que todos somos hermanos y que, por lo tanto, estamos para echarnos una mano.
-La sociedad del consumo, nos empuja a entender y conquistar una felicidad artificial basada en el tener. La iglesia, por el contrario, nos llama a ser ricos en el ser. A ser felices buscando otras razones más supremas y más elevadas.
-El mundo que nos toca vivir, nos arrastra a romper con instituciones que consideramos han sido y son válidas para el equilibrio de la sociedad (familia, etc). La iglesia, por el contrario, nos dice eso nos lleva a una incertidumbre con grandes peligros en el horizonte.
No es extraño, por lo tanto, que los jóvenes a los cuales la sociedad educa, domina y hasta utiliza, vivan de espaldas o extraños a la iglesia que -por cierto- les acogió en el Bautismo para ser hijos de Dios.
Lo fácil, en estos momentos, es optar por el camino corto. Por la banda ancha. Por una vida que no me traiga complicaciones personales, materiales, espirituales o eclesiales.
Y, lo peligroso, sería que por hacer una iglesia más atrayente, diésemos aquello que el mundo pide, aquello que unos determinados jóvenes reclaman. ¿Sería coherente, por ejemplo, renunciar a lo que es esencial desde el Evangelio?
Esto no es nuevo. María, en propias carnes, vio como los amigos de su hijo -bastante jóvenes por cierto-, echaron a correr en los momentos de dolor. Contempló, posiblemente muy de cerca, la negación del que luego resultó ser el primer Papa. Se quedaría atónita, al saber que otro de sus amigos -Judas- lo vendió por 30 monedas de plata.
María, Madre de la Iglesia, intercede para que tu Iglesia pueda seguir avanzando en este nuevo milenio y pregonando con gozo y con humildad la presencia de Jesús muerto y resucitado.
Lo simbolizamos acercando hasta la imagen de María esta campana.
ORACIÓN
María, lámpara encendida
En ella se realizan
las promesas de nuestra salvación;
en Ella se refleja la belleza primera
con la que Dios concibió a la humanidad.
En Ella se cumple el misterio soberano
de la Encarnación que glorifica a Dios
y trae la paz a la tierra.
En Ella, el silencio profundo del alma perfecta y
abierta hacia el infinito, se transforma en amor,
en palabra, en vida, se hace Cristo.
En Ella, toda piedad, gentileza,
soberanía y poesía es viva;
en Ella el dolor se hace tan acerbo que
ningún otro corazón de madre puede igualarlo.
n Ella, tanto la fe como la esperanza,
la fortaleza y la bondad,
la humildad y la gracia
con esa estela de realismo y misterio
tienen expresiones sobrehumanas.
En Ella cual cirio encendido,
se irradia a Cristo y su Espíritu.
(San Juan Pablo II)
Artículo enviado por:Jesús Manuel Cedeira Costales
Fuente: www.mercaba.org
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