Sí: para qué sirve dar un pregón de Semana Santa, si siempre se dice más o menos lo mismo. Si ya sabemos de lo que se va a hablar. En este mes a lo largo y ancho de la Archidiócesis tendrán lugar numerosos pregones.
Unos con más calidad literaria, otros con menos. Unos con más tradición, otros recién creados. Unos con más identidad cristiana y compromiso eclesial, otros con menos. ¿De verdad hacen falta tantos pregones?
Aunque algunos digan que es pecar de optimismos, es positivo e importante que tantas personas, en distintos lugares, nos hablen de los misterios de la Pasión a través de lo que significan las hermandades. En muchos de esos casos, las propias hermandades intentan escoger para su pregón a hombres y mujeres que nos hablen de la Semana Santa desde su vivencia personal.
Sólo por eso, cada pregón es distinto. Cada uno de ellos es una experiencia, una vida, una emoción, relacionada con las cofradías y con el Señor y la Virgen Santísima.
Decimos que necesitamos heraldos que nos den testimonio de por qué han puesto su confianza en Jesucristo, plasmada en la devoción a una imagen. Es cierto que la piedad popular necesita constantemente ser revisada y purificada, como a las demás formas de acercarse a Dios nuestro Señor (también necesita constante revisión y purificación la teología).
Pero en un pregón sincero, nacido de un alma creyente que sienta con y para la Iglesia, encontramos la sencilla inmediatez de una confesión a corazón abierto, como lo muestra la pasión que pone un pregonero al declamar sus palabras, pasión que pone también quien quiere escucharle.
¿Para qué sirve un Pregón de Semana Santa?
Pues para escuchar a alguien hablar de su fe. Aunque nos suene a lo de siempre, cada pregón será una confesión nueva. La fe es siempre la misma, que para eso Cristo la dejó depositada en manos de Pedro y los demás apóstoles, para que la custodiara hasta el fin de los tiempos. Siempre la misma fe, siempre el mismo pregón, pero voces y vivencias diferentes. Eso sí, no habrá pregón como tal y que, por tanto, deba llevar ese nombre, que no tenga presente esa dimensión fundamental de la fe. Pueden que se tenga una buena pieza literaria, pero no será un pregón de Semana Santa.
El reconocimiento a todos los que se atreven a ponerse delante de un micrófono, y antes han estado semanas y semanas buscando palabras bellas y adecuadas para intentar contar lo que muchas veces no se puede describir porque pertenece a la esfera de los espiritual y de los sentimientos. Pregoneros de tantos pueblos de nuestra Archidiócesis que, cualidades como escritores u oradores aparte, han puesto la sinceridad de su fe (y en muchas ocasiones, la intimidad de su historia personal forjada desde la configuración con la cruz del Señor) a disposición de los que les escuchaban.
Así pues, por casi todos los rincones de nuestra Archidiócesis ya ha quedado pregonada la Semana Santa. Ahora no la desaprovechemos. No nos referimos, claro está, sólo a contemplar nuestras admirables cofradías. Nos referimos a vivir el Triduo Pascual, participando de la Misa de la Cena del Señor en el Jueves Santo, Día del Amor Fraterno. Y de la Celebración de la Pasión del Señor, el Viernes Santo. Pero sobre todo, a la Vigilia Pascual. Si no tomamos parte en la Pascua de Resurrección, por muchos bellos pregones de Semana Santa que hagamos o escuchemos, vana será nuestra fe.
Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales
Fuentes: Marcelino Manzano.
www.archisevilla.org
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