Amor de ti nos quema, blanco cuerpo;
amor que es hambre, amor de las entrañas; hambre de la palabra creadora
que se hizo carne; fiero amor de vida
que nos se sacia con abrazos, besos,
ni con enlace conyugal alguno.
Solo comerte nos apaga el ansia,
pan de inmortalidad, carne divina.
Nuestro amor entrañado, amor hecho hambre, ¡oh Cordero de Dios!, manjar Te quiere;
quiere saber ardor de tus redaños,
comer tu corazón, y que su culpa
como maná celeste se derrita
sobre el ardor de nuestra seca lengua,
que no es gozar en Ti; es hacerte nuestro, carne de nuestra carne, y tus dolores
pasar para vivir muerte de vida.
Y tus brazos abriendo como en muestra
de entregarte amoroso nos repites:
"¡Venid, comed, tomad: esto es mi cuerpo!" ¡Carne de Dios, verbo encarnado, encarna nuestra divina hambre carnal de Ti!
Miguel de Unamuno
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