6 de diciembre de 2020
Hermano:
«Se acercó al primero: - Hijo, ve hoy a trabajar en la viña.
Contestó: No quiero. Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo. Él le
contestó: - Voy, señor. Pero no fue»
«Saber vivir en buenas manos marca la diferencia. Manos que
protegen y cuidan. Manos que conducen y rescatan. Manos que sostienen y
levantan. Buenas manos del Dios que me ama»
Denunciadas en Gijón 36 personas por no llevar la mascarilla.
Otras 34 personas sancionadas por saltarse el cierre
perimetral.
Los datos epidemiológicos siguen siendo malos, muy malos en
Asturias: 585 casos por cada 100.000 habitantes en 14 días -el Ministerio
considera riesgo extremo más de 250 casos- pero se aprecia que son mejores
datos que hace una semana.
O lo que es lo mismo, que las duras medidas restrictivas
están produciendo los efectos deseados de contener la expansión del virus, tal
y como nos decían los epidemiólogos, entre los 14 y 22 días después de
aplicarlas. Se cumple así la previsión que nos hacían al plantearnos
adoptarlas.
Por eso, ante dicha evolución con respecto a la semana
anterior, el Gobierno de Asturias permite la reapertura del pequeño comercio a
partir del miércoles, 25 de noviembre.
Además, la Consejería de Salud impulsará cribados en barrios
de Oviedo, Gijón y Avilés para detectar casos entre la población de 30 a 50
años que convive o cuida a personas mayores. Por otro lado, Asturias es la
Comunidad Autónoma que mayor número de pruebas ha hecho por 100.000 habitantes
en la última semana (más de 4000).
La conversión es un cambio de vida. Es un volver a empezar
después de haber errado el camino o después de no haber sido capaz de dar un
solo paso. Hoy escucho: «Cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y
practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se
convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá». Arrepentimiento,
sentimiento de culpa, deseo de recibir el perdón y comenzar un nuevo camino.
Todo ese proceso sucede en mi corazón. Quiero cambiar de vida, quiero volver a
comenzar. Vivo un tiempo de cambios, un tiempo de cambio interior. Decía el
Papa Francisco: «El hecho de que el Señor nos ofrezca una vez más un tiempo
favorable para nuestra conversión nunca debemos darlo por supuesto. Esta nueva
oportunidad debería suscitar en nosotros un sentido de reconocimiento y sacudir
nuestra modorra. Este espacio que se nos ofrece para un cambio de rumbo
manifiesta la voluntad tenaz de Dios de no interrumpir el diálogo de salvación
con nosotros». Creo que Dios me da una nueva oportunidad para el cambio en este
tiempo que estoy viviendo. Un tiempo de conversión. La oportunidad para dejar
atrás la vida que no deseo y elegir un nuevo camino. No es tan sencillo volver
al principio. ¿Quién soy yo? ¿Quién quiero llegar a ser? ¿En quién quiero
convertirme? La vida da muchas vueltas y no es fácil volver al principio. Voy
tomando decisiones que determinan quién soy. No soy solo una tabla rasa como al
principio del camino. Ahora estoy marcado, herido, definido por todo lo que he
ido decidiendo, haciendo, pensando, leyendo, escuchando, recibiendo. Otros me
han configurado y yo mismo he visto cómo la vida me ha dado una forma
determinada. Ya no soy el niño de entonces. Ya no puedo volver al seno de mi
madre. ¿Es posible la conversión? Sí, lo es, pero no para volver a un lugar indefinido
antes del momento en el que empecé a tomar decisiones. Eso no es posible. Pero
la conversión sí lo es. Puedo hacerlo. Está en mi mano. Una conversión en la
que deje de estar yo en el centro de todo. Este tiempo es favorable. Un tiempo
de pandemia, de crisis, de vuelta a lo importante. Cuando me privan de libertad
para moverme a mis anchas, para decidir qué hacer con mi vida, se me está
abriendo una posibilidad nueva. Puedo decidir cómo vivo el presente en el lugar
en el que Dios ha detenido mis pasos. Soy yo el que toma las riendas de mi
barca en este tiempo en el que el timón de mi vida lo agarra Dios con más
fuerza. Ahora, cuando me siento cautivo en un barco a la deriva, veo que es la
posibilidad que se me regala para cambiar. Puedo hacerlo si dejo que Dios esté
en el centro. Es un misterio. Antes de que comenzara esta pandemia tenía tantos
planes, tantos proyectos. De repente me cortan la trama con la que devanaba yo
mi vida y me invita Dios entonces a reconsiderar muchas cosas. ¿Lo hago? Hay formas,
gestos, actitudes, que estaban ancladas en mi corazón desde hace tanto tiempo.
Formas de vivir que no me hacían bien. Y veo que es tiempo propicio este que
vivo para cambiar mis maneras de enfrentar la vida. Está en mi mano la
posibilidad de decidir. Le pido a Dios: «Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad. Acuérdate de mí con
misericordia, por tu bondad, Señor». ¿En qué aspectos de mi vida tengo que
cambiar? Han detenido mis pasos presurosos. Parece que ya no puedo ir a
cualquier sitio. Me detengo en silencio mirando mi alma. Y quiero cambiar lo
que no está en orden. En medio del caos le pido a Dios que tenga misericordia
de mí. Él puede traer paz a mis guerras y esperanza a mi desolación. Puede
consolar mis dolores y sostener mis miedos para que no caiga ni me detenga en
la huida. Puedo dejar el mal que me habita y optar por el bien que anhelo
dentro de mi alma. No sé si me sobra integridad o me faltan agallas para tomar
decisiones importantes. No sé si la bondad me atrae con fuerza o son mis
adicciones y vicios los que enturbian mi mirada. No puedo deshacer las
decisiones del pasado. Muchas de las cuales me han dejado herido. No puedo
obviar las consecuencias de mis actos. Las personas tocadas por mis pasos errados.
No puedo enmendar lo que no tiene arreglo. Pero sí puedo cambiar actitudes de
vida ancladas en mi ánimo. Puedo revertir mi forma de mirar la vida. Puedo
añadir en mi ánimo una luz que disipe las tinieblas. Dios me llama como a Mateo
el publicano, al que Jesús llamó estando sentado a la mesa de los impuestos. Me
llama para que cambie de vida, para que me libere de todos los compromisos
asumidos, a veces por obligación, otras porque la vida me llevó a esas
encrucijadas y decidí sin pensar demasiado. Pero ahora se abre ante mí un
tiempo propicio, un tiempo de salvación y eso alegra mi alma. Los cambios no
vienen sólo por mi fuerza de voluntad. Dios puede hacer que sea un hombre
nuevo. No sé muy bien cómo. Pero lo he visto en otros y yo también puedo ser parte
de su deseo más íntimo y grande. Sé que puedo implementar hábitos correctos.
Aprender de otros que me muestran una mejor forma de vivir.
Enviado por:
Jesús Manuel Cedeira
Costales.
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